IEASA intentó reprogramar tres buques de LNG porque, a raíz de la recesión y de altas temperaturas, hay mucho menos demanda de gas y energía que la proyectada. 
Fuente: EconoJournal
  
Técnicos del gobierno admiten que no imaginaron una caída tan marcada del consumo por la crisis económica. La brusca caída de la actividad económica y las temperaturas registradas en abril y en lo que va de mayo —por encima de la media histórica– se replicó con contundencia en la demanda de gas y de energía. Tanto que el consumo de electricidad retrocedió en abril un 8% contra el mismo mes del año pasado, según proyecciones de Cammesa, la empresa que administra el Mercado Eléctrico Mayorista (MEM). La retracción deja en evidencia la magnitud de la recesión.

El consumo de gas también cayó con fuerza. Aún no hay datos oficiales del Enargas, pero productoras estiman una baja en abril del 5 por ciento. La sobreoferta del fluido en el mercado obligó a la Secretaría de Energía a reprogramar al menos cuatro cargamentos de Gas Natural Licuado (LNG) adquiridos por la empresa estatal IEASA (ex Enarsa) que debían arribar en las primeras tres semanas de mayo. Es que el gas producido localmente y el que se importa desde Bolivia alcanza para cubrir la demanda residencial (que aún no despega porque no llega el frío), la industrial (muy golpeada por la crisis económica) y la de las centrales de generación eléctrica. Lo que sucede, en definitiva, es que la demanda real de gas y electricidad (que se genera con el fluido) es mucho más baja que la proyectada por los técnicos del Estado para esta época del año. El pedido del gobierno fue infructuoso, al menos parcialmente, dado que no logró postergar el arribo de dos buques de LNG porque los proveedores ya tenían comprometida la logística de los barcos (ya estaban hedgeados con futuros cargamentos). Jugada costosa ¿Qué terminó pasando? IEASA descargó dos cargamentos en la terminal regasificadora de Escobar, lo que obligó a petroleras locales de gas (con YPF a la cabeza) a cerrar pozos por la ausencia de demanda. Difícil encontrarle sentido económico y fiscal a la maniobra: se inyectó LNG, que es un gas caro (cada buque cuesta unos US$ 50 millones) que se paga en dólares que escasean en la Argentina, y se cerró gas producido localmente, que es más barato y se paga en pesos equivalentes.

Aún así, la decisión no era opcional: existe un contrato firmado con los proveedores de LNG que fuerza a IEASA a descargar los cargamentos en la fecha establecida en licitaciones realizadas en febrero. Una vista área de la terminal regasificadora de Escobar, la única que quedó activa en el país. En retrospectiva, hubiese sido mejor no comprar esos barcos, porque al final del día resultaron no ser necesarios. Pero en defensa de los técnicos del Estado, era difícil prever que la crisis sería tan pronunciada (y provocaría una caída tan marcada de la demanda industria y residencial) y que las temperaturas en abril serían tan benévolas. “IEASA pidió reprogramar para agosto tres barcos de LNG que debían amarrar en la terminal de Escobar el 12, 20 y 24 de mayo próximos”, explicó una fuente privada ante la consulta de EconoJournal.

Habrá que ver cuán consistente es la oferta de gas cuando llegue el frío a los centros urbanos, que se prevé recién para las primeras semanas de junio. Pero lo cierto es que, hasta ahora, el consumo del hidrocarburo está planchado. Frente a ese escenario, IEASA postergó la realización de una nueva licitación para adquirir entre 6 y 10 cargamentos de LNG para el mes de agosto. El concurso iba a realizarse el 7 de mayo y podría concretarse el 21, aunque aún no existe confirmación desde la empresa estatal.