En noviembre, se publicó el reglamento de una norma que permitirá a los usuarios del sistema eléctrico nacional generar energía renovable para autoabastecerse y vender el excedente a la red. 
Fuente: Infobae
  
Del otro lado de la Cordillera, existe una similar que se aplica desde 2014. Las lecciones allí aprendidas pueden ser de gran utilidad para los próximos pasos que se tomarán en la Argentina.
 
La Ley 27.424 de Generación Distribuida, reglamentada a fines del año pasado, es un hito para la Argentina, dado que impulsa un cambio de paradigma en la generación energética nacional. Por primera vez, esta norma habilita a los usuarios pequeños y residenciales a autoabastecerse de energía que se obtenga de fuentes renovables, como paneles solares, turbinas eólicas, biomasa o biogás, y además vender el excedente, si lo hubiera, a la red eléctrica. Así, se da nacimiento a los “Prosumidores energéticos”, un concepto adaptado del universo de las tecnologías de la información (TIC) donde internet ha transformado el consumo unidireccional de los medios tradicionales en un híbrido entre consumidores y productores de contenidos. Cuando se trata de energía, la combinación del avance tecnológico y las regulaciones se traduce en un gran cambio: la descentralización, es decir, la transformación de “la calle de un solo sentido” de la energía en una carretera de múltiples sentidos y múltiples carriles. “La ley es estratégica porque permite generar energía cerca de los centros de consumo para evitar las pérdidas en la distribución e involucrar a la sociedad en el proceso de generación eléctrica.
 
Por eso es tan importante este  cambio: permite convertir a los usuarios o consumidores en actores activos del mercado energético”, resalta el presidente de la Cámara
 
Es decir, en el valor de la energía consumida por el cliente se adiciona el costo asociado a la red de distribución, la cual es necesaria para que se materialice dicho consumo. Esta inversión la hace la distribuidora de energía. Como resultado, en Chile se paga el excedente de generación eléctrica a un 65% del costo del kWh aproximadamente y en la Argentina, a un 50% del kWh.
 
Los otros dos modelos de generación distribuida proponen incentivos a través del precio de la energía. El primer modelo de Net Metering (o Medición neta de electricidad) contempla pagar el mismo precio por el kilowatt consumido y vendido. El segundo es el modelo Feed-in tariff, o tarifa de incentivo que subsidia el precio de la energía renovable a través de una tarifa diferencial para hacerla más competitiva ante los combustibles fósiles. Competitividad e incentivos El modelo implementado por la Argentina y Chile es menos competitivo que los otros dos y presenta dificultades para generar incentivos a las energías limpias, opina Álvarez, de Cader. “Cuando el usuario analiza cuántos paneles va a instalar en su techo solo piensa en reducir su consumo y usará solo una fracción de la superficie disponible. Si se pagará un precio diferencial por la energía limpia, el usuario lo vería como una buena inversión. Más allá de los early adopters, como los militantes de la causa ambiental, todos querrán invertir en renovables porque verán el valor económico de esta ley para bajar sus consumos de luz y generar ingresos”. Para remediar esto, desde ambos países presionan para generar incentivos estatales que compensen el bajo precio pagado. En Chile, la mitad de los equipos de generación on-grid (o conectados a la red) corresponden a programas gubernamentales de apoyo al crédito, dirigidos a viviendas sociales y de emergencia. Hasta los edificios estatales están migrando a la generación distribuida como medida de promoción. Además, existen los créditos para pyme de Banco de Estado que financian el 80% de la compra de equipos con un plazo de hasta 12 años y una tasa en pesos chilenos del 7%. Una tasa competitiva si se considera que la tasa hipotecaria es del 5%.
 
El mismo banco está preparando créditos para generadores residenciales que espera lanzar este año. Estos incentivos han generado la multiplicación de proyectos privados residenciales en Chile que buscan desde amortizar los gastos de los edificios, como el impacto del consumo eléctrico de los espacios comunes, hasta tener conectadas todas las viviendas para generar excedente en horas no habitadas. Un ejemplo es el Edificio Ecovista en la Serena, al norte de las costas chilenas, el primero en su tipo en estar completamente conectado al sistema ongrid de venta de excedente. Cada departamento tiene cinco paneles fotovoltaicos en el techo, conectados a la red eléctrica, que les brindan energía para autoconsumo y les permiten vender los excedentes a la distribuidora eléctrica. En funcionamiento desde hace un año, se estima que el ahorro por cada propietario alcance entre un 40% y 60% del total de la cuenta de luz. “En nuestro edificio Ecovista comprobamos los supuestos, es decir, el ahorro aproximado por vivienda iba a ser del orden de 25.000 pesos (u$S 40 mensuales), si se considera un valor nominal de la energía de 120 pesos (chilenos). Un ahorro importante, que se proyecta puede crecer con los años, ya que el costo de la energía seguirá subiendo y el kWh podría llegar a los 200 pesos.
 
En estas condiciones, calculan que la amortización de los equipos demoraría entre seis y ocho años”, indica Andrés Eing, socio de la inmobiliaria Ecovista. Y agrega que las instalaciones han permitido vender un 60% de la energía en los últimos meses, ya que los picos de generación ocurren en los horarios que los residentes salen a trabajar. “Además de los valores relacionados con la sustentabilidad, los residentes están entendiendo que hay un retorno económico de invertir en la autogeneración con fuentes limpias”.
 
Si bien la ley fomenta todo tipo de fuentes de energía renovable, los paneles fotovoltaicos han tenido mayor popularidad por sus bajos precios y poco mantenimiento. Un sistema residencial en Chile cuesta u$s 2 por watt instalado y se espera que una residencia promedio deba invertir desde u$s 2.000 para un equipo que le permita el autoconsumo eléctrico. “Es una inversión de bajo riesgo porque los paneles requieren muy poco mantenimiento: solo una revisión anual y una limpieza periódica de paneles, que es como limpiar un vidrio”, indica Eing. “Asimismo, mientras más grande es el proyecto más rentable se vuelve. Por ejemplo, un comercio invierte menos por panel instalado cuando lo hace con una escala mayor que una residencia. Y, además, tendría aproximadamente un retorno de la inversión en años años. Con una vida útil de los equipos de 25 años, es una buena inversión. Además, le permite controlar el precio de la luz a mediano y largo plazo, cosa que con las distribuidoras no se podrá nunca”. Los especialistas de ambos lados de la cordillera coinciden en que los subsidios e incentivos serán clave para que la ley termine de ayudar a florecer las energías renovables. La ley argentina reglamentada en noviembre contempla la reducción de impuestos como el IVA y ganancia para los generadores, residenciales o pyme pequeñas, cuando inyecten energía, y créditos para pyme y comercios. Pero, desde Cader se muestran pesimistas acerca de que estas resoluciones se activen en un año electoral y ante las presiones de ajuste del Fondo Monetario Internacional (FMI). A pesar de la falta de incentivos, hoy, la ley permite conectarse y vender electricidad a la red. Ya está abierto el registro para los que estén interesados en iniciar con la generación para el autoconsumo. El aprendizaje chileno permite ver que son reales las oportunidades para aquellos que busquen reducir el impacto del aumento de las tarifas de la luz y para esos otros que ven oportunidades de negocios