La formación de Vaca Muerta se enfrenta a un nuevo desafío estratégico, a diez años de sus primeros desarrollos, sobre cómo maximizar la recuperación de hidrocarburos en los activos existentes. La madurez productiva de cientos de pozos horizontales perforados desde 2015 llevó a estos campos de un "piloto experimental" a una de las cuencas más activas del hemisferio sur, con más de 2.500 pozos en producción.
En este contexto, la empresa de servicios especiales Calfrac acaba de dar a conocer un estudio en el que plantea los beneficios de las técnicas de refractura, mediante las cuales se busca reestimular pozos existentes para recuperar energía del reservorio, mejorar la conectividad hidráulica y aumentar la productividad. Es una segunda vida del pozo, aplicando diseños modernos (más arena, HVFR, simulfrac/zipper, etc.) con menor inversión y menor impacto ambiental, se explicó.
Entre 2015–2025, se estima que Vaca Muerta pasó de 50 a más de 2000 etapas por mes y supera este año los 2500 pozos horizontales, de los cuales cientos de ellos ya viven o están entrando en madurez. Con ello, la refractura se presenta como una necesidad estratégica que permite la ecuación virtuosa de “menor inversión, mayor recuperación, menor impacto ambiental”.
La refractura emerge no solo como una opción técnica, sino como una necesidad estratégica. Los beneficios son claros, ya que reabre fracturas cerradas, actualiza diseños antiguos, protege pozos frente a frac hits, cuesta solo 20–60% de un pozo nuevo, incrementa la producción 1,5 a 3 veces, con payback más corto (1:3 en casos óptimos), y reduce unas 600 toneladas de COâ‚‚ respecto a lo que se emite al perforar un nuevo pozo.
El desarrollo en Vaca Muerta evolucionó rápidamente, con una notable mejora en la eficiencia de bombeo y la adopción de la filosofía “Bigger is Better”, lo que propició la construcción de pozos horizontales cada vez más extensos para mejorar las ecuaciones de productividad. Sin embargo, muchos pozos de primera generación, completados antes de 2018, lo hicieron con diseños subóptimos (menor intensidad de agente de sostén o fluidos) o con curvas de presión que indican pérdida de conductividad.
Estos son, precisamente, los candidatos ideales para una refractura, lo que explica por qué el estudio de Calfrac aclara que “no todos los pozos pueden, ni deben, refracturarse”. La implementación de la refractura exige sortear la baja eficiencia de la técnica más simple, donde el flujo se deriva fácilmente por las fracturas viejas y cerradas, por lo que se enfoca en dos metodologías novedosas que permiten direccionar el nuevo bombeo y la arena hacia zonas no drenadas.
La primera de ellas es el aislamiento químico, que consiste en la inyección de materiales temporales que buscan bloquear selectivamente las fracturas antiguas, forzando la creación de nuevas en las secciones menos estimuladas. Esta técnica resulta de bajo costo y evita la intervención mecánica del pozo, aunque el control sobre dónde actúan los divergentes resulta difícil.
La otra es el aislamiento mecánico, que emplea el uso de tapones y packers, con o sin Coiled Tubing, para aislar de forma precisa y permanente las secciones ya estimuladas. El objetivo de esta técnica es simular un pozo nuevo con alta efectividad y control total sobre las nuevas fracturas. Si bien conlleva un mayor costo y tiempo operativo, su alta efectividad se traduce en un impacto productivo más sostenible, siendo la opción “efectiva y balanceada” para pozos con buen potencial.
Los pozos a refracturar
Los expertos señalan que la selección de los pozos a refracturar requiere un enfoque multidisciplinario, integrando datos de producción, presión de reservorio, espaciamiento interpozo y la calidad de la terminación original. Un pozo mal seleccionado no solo no responde a la intervención, sino que compromete activos adyacentes, pero la elección de la técnica dependerá del estado del pozo, los objetivos productivos y el Capex disponible.
El momento óptimo para refracturar se da antes de que el pozo caiga a niveles marginales (50–80 bbl/d) o al llegar a la “mitad de vida útil” de su curva de declinación. Se buscan pozos que cumplan con un perfil de alta presión y baja producción, lo que indica que el reservorio aún tiene potencial y energía, pero la fractura original no fue efectiva.
Más allá de los números económicos, la refractura en la Argentina se alinea con objetivos de desarrollo sustentable. Cada refractura exitosa puede evitar la emisión de hasta 600 toneladas de COâ‚‚ asociadas a la perforación, construcción y movilización de un nuevo pozo. La clave para el éxito futuro radica en la integración de datos históricos, la coordinación multidisciplinaria y el aprendizaje operativo continuo.
El dato post-frac no es el final del proyecto, sino el comienzo del aprendizaje, asegurando que cada intervención exitosa mejore la siguiente. Vaca Muerta, con su rápida evolución y alta densidad de desarrollo, transforma la refractura en una herramienta clave para la sostenibilidad energética de la Argentina en los próximos años, aprovechando la segunda oportunidad que ofrecen los pozos maduros.
Fuente: Mejor Energía
