FUENTE: ECONOMY
Para la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB), el 2018 ha sido un año muy difícil para el sector privado, una gestión en el que las “utilidades de las empresas han bajado y los costos operativos han subido”. Pese a ello, en su balance también muestran factores positivos como la alianza público-privada que impulsó el programa del etanol, el apoyo gubernamental a los puertos hacia el Atlántico y la apertura del mercado chino. En pocas palabras, fue un año con más sombras que luces.
Desde la otra veredera, el Ministerio de Economía y Finanzas Públicas, destaca que Bolivia cierra este año con un crecimiento económico de 4,7%, el más alto de la región. Y que el dinamismo del PIB boliviano se sustenta en el mercado interno, la inversión pública y en el buen momento de al menos cinco sectores estratégicos, como la agropecuaria, servicios financieros y transportes, además de los buenos precios internacionales para el gas natural y los minerales.
“La imposición de cargas salariales como el segundo aguinaldo, el aumento desmedido del sueldo mínimo desvinculado de la productividad, el incremento del contrabando, el acoso tributario, los graves problemas generados por adeudos atrasados de las instituciones públicas, el aumentos de las tarifas de gas para la industria y de electricidad para los pequeños talleres, entre otras, han causado serias dificultades especialmente a la mediana y pequeña empresa”, manifestó a ECONOMY, el presidente de la CEPB, Ronald Nostas. El dirigente empresarial agrega que “a lo anterior cabe sumar costos tributarios ligados principalmente a una fiscalización que tiene como mandato penalizar y recaudar por esa vía, generando situaciones de arbitrariedad y temor en los contribuyentes”. Nostas observa que el sector industrial se ha visto afectado por el ingreso desmedido de productos extranjeros en casi todos los segmentos de bienes transables y que actualmente el contrabando supera el 8% del PIB.
El presidente de la Cámara Nacional de Industrias (CNI), Horacio Villegas, prevé que en 2018 continúe la tendencia de desaceleración del crecimiento industrial entre 3% a 3,5%, debido a los altos costos laborales, producto del incremento salarial y el segundo aguinaldo; al creciente contrabando e informalidad y a la desaceleración de la economía nacional. “Las utilidades de las empresas han bajado y los costos operativos han subido”, agrega Nostas, haciendo referencia a que la tasa de expansión de nuevas inscripciones de empresas ha bajado fuertemente. Un informe de los estados financieros de las 300 empresas más grandes de Bolivia, elaborado por el economista Hugo Siles, mostró un descenso de sus utilidades a nivel general.
Para Luis Barbery, presidente de la Federación de Empresarios Privados de Santa Cruz, el Estado debe estimular a todos los sectores para que tener un mayor crecimiento. “Creemos que el estímulo tiene que venir para que las utilidades crezcan y no criticar el emprendimiento”, remarcó. Crecimiento ‘parqueado’ Rosario Paz, vicepresidenta de la Cainco, agregó que en 2018 Bolivia entró al ciclo del crecimiento bajo. “En la fase de desaceleración, las políticas monetaria y fiscal excesivamente expansivas generaron más bien desequilibrios fiscal y externo, es decir que gastamos más de lo que generamos e importamos más de lo que exportamos”, dijo. Para Pablo Mendieta, jefe del Centro Boliviano de Estudios Económicos (Cebec), de la Cainco, el 2018 fue el año del ‘statu quo’ y prevé que el 2019 también lo será.
“Son años en el cual la economía no está mostrando cambios hacia arriba ni hacia abajo, se ha mantenido en un perfil, en términos de crecimiento, que es más bajo que la época del auge, que duró hasta el 2013 cuando alcanzó 6,8% de crecimiento. Después vino la desaceleración, pero en este momento ya estamos con un crecimiento parqueado, un crecimiento statu quo”, manifestó. Mendieta ve que este año no se ha avanzado, ya que se está creciendo al mismo ritmo, pese a que se podría crecer más, pero agrega que tampoco se ha retrocedido. Nostas estima que la inversión en 2018 puede estar en niveles menores al 2017 cuando reportó un total de $us 2.203 millones, menor al alcanzado en 2016 que llegó a $us 2.370 millones.
Gary Rodríguez, gerente general del IBCE, sugiere que se apueste por la exportación de productos no tradicionales, ya que puede hacer crecer la producción agropecuaria y agroindustrial, y se dinamice la economía de servicios, como el turismo, para que así volvamos con los superávit en el intercambio con el mundo. El ejecutivo afirma que el PIB de Bolivia creció por encima del 5 o 6% en años anteriores porque teníamos un comercio exterior superavitario, lo cual también influyó en el aumento de las reservas internacionales. “En noviembre de 2014 las RIN llegaron a más de $us 15.500 millones, pero hoy están en menos de 8.500 millones porque tenemos una balanza comercial negativa”, observó.
Proyecciones para el 2019 La economía de Bolivia crecerá entre un 4,2 y 4,3% en 2019, según proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (Cepal), respectivamente. El pronóstico del Gobierno nacional es aún más optimista y apunta a un 4,7%. Sin embargo, Henry Oporto, director de Fundación Milenio, indica que en el último informe sobre Bolivia, el FMI advierte que la economía boliviana ha ingresado a una etapa de dificultades y riesgos, por lo que recomienda medidas de ajuste, especialmente del gasto corriente e inversión pública, para reducir el déficit fiscal y contener la pérdida de reservas internacionales.
Análisis:
"Economía en 2018 y 2019, más desafíos que buenas noticias" Las cifras oficiales muestran que la economía boliviana estaría cerrando el año con un crecimiento alrededor del 4.5%, superior al 4.2% registrado el 2017. Este guarismo estaría entre los más altos de la región y no deja de ser remarcable, en un entorno internacional complejo, marcado por la alta volatilidad y riesgos de recesión, principalmente considerando que la curva de tasas se está invirtiendo y el precio del petróleo viene en picada.
En todo caso, corresponde también resaltar que existen varios desafíos y preocupaciones. Las empresas, con menores ventas y utilidades, vienen ajustándose a un nuevo contexto de desaceleración, que no condice con las cifras oficiales, aunque podría explicarse por la heterogeneidad. Revisando el PIB sectorial, 8 de 12 no alcanzan el umbral que gatilla el doble aguinaldo, lo cual confirma el desacierto de la medida para los generadores de nuevos empleos y que pone en serio riesgo también los actuales.
Déficits duales, fiscal y externo, que se han vuelto usuales y han venido financiando la expansión interna. En el primer caso, la deuda pública que, aunque no presenta indicadores dramáticos, su trayectoria empieza a levantar serias dudas. Para el segundo caso, un tipo de cambio sobrevaluado, que transfiere rentas a grupos de interés más grandes que el principal perjudicado, el sector exportador o la industria nacional, casi heroicos, para no perder los mercados que con tanto esfuerzo han conseguido.
Aquí cabe mencionar que los vecinos han devaluado, como válvula de regulación y ajuste natural a condiciones internacionales, Bolivia no, porque mantiene un esquema fijo en la práctica, no por arquitectura legal, pero que ha anclado peligrosamente las expectativas de los agentes económicos y llevado a una bolivianización obligada, al penalizar con diversas medidas el dólar.
Esto es agravado con la perdida acelerada de reservas internacionales, porque tampoco llegan flujos importantes de inversión extrajera, dadas las condiciones adversas y los antecedentes de expropiaciones, con varios arbitrajes en contra u otros tantos en curso sin perspectiva favorable. Una banca sólida, pero obligada a financiar la expansión económica con créditos productivos y de vivienda social, como medidas aparentemente beneficiosas, pero que exponen al sistema a sendos desequilibrios.
El sector inmobiliario, se encuentra a la baja, puesto que es evidente la sobreoferta en prácticamente todos sus segmentos. Con ese panorama, casi 2/3 de la población se encuentra en la informalidad, que estructuralmente ha sido alta, pero que corre el riesgo de incrementarse con presiones como las actuales.
Otro punto aparte para el agropecuario, que viene recuperándose del año anterior. Desde 2012, que no avanza y desde mucho antes la productividad sigue siendo, en general, la misma. Si bien, para el sector sucroalcoholero y el país, el etanol combustible no deja de tener sus bondades, el gran desafío es una agricultura eficiente e intensiva, no expansiva, para evitar dañar aún más los bosques y fauna que aún quedan y que suficientes agresiones ya vienen sufriendo. Para ello, la biotecnología es fundamental.
La exploración de hidrocarburos muy cuestionada y con interrogantes sobre las reservas y los mercados para el gas. Ya los precios del petróleo no son la única preocupación, también los volúmenes. El año electoral que viene, debiera ser dinámico, con un importante nivel de gasto público y consecuentes efectos multiplicadores, aunque de no mediar respeto a la institucionalidad y la democracia, es altamente probable que la conflictividad siga en aumento, lo cual podría también desencadenar otros efectos desagradables de inestabilidad. En cualquier caso, profundas reformas nuevamente serán necesarias y los más probable es que a más tardar los ajustes lleguen en 2020, para el gobierno que venga.
Para la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB), el 2018 ha sido un año muy difícil para el sector privado, una gestión en el que las “utilidades de las empresas han bajado y los costos operativos han subido”. Pese a ello, en su balance también muestran factores positivos como la alianza público-privada que impulsó el programa del etanol, el apoyo gubernamental a los puertos hacia el Atlántico y la apertura del mercado chino. En pocas palabras, fue un año con más sombras que luces.
Desde la otra veredera, el Ministerio de Economía y Finanzas Públicas, destaca que Bolivia cierra este año con un crecimiento económico de 4,7%, el más alto de la región. Y que el dinamismo del PIB boliviano se sustenta en el mercado interno, la inversión pública y en el buen momento de al menos cinco sectores estratégicos, como la agropecuaria, servicios financieros y transportes, además de los buenos precios internacionales para el gas natural y los minerales.
“La imposición de cargas salariales como el segundo aguinaldo, el aumento desmedido del sueldo mínimo desvinculado de la productividad, el incremento del contrabando, el acoso tributario, los graves problemas generados por adeudos atrasados de las instituciones públicas, el aumentos de las tarifas de gas para la industria y de electricidad para los pequeños talleres, entre otras, han causado serias dificultades especialmente a la mediana y pequeña empresa”, manifestó a ECONOMY, el presidente de la CEPB, Ronald Nostas. El dirigente empresarial agrega que “a lo anterior cabe sumar costos tributarios ligados principalmente a una fiscalización que tiene como mandato penalizar y recaudar por esa vía, generando situaciones de arbitrariedad y temor en los contribuyentes”. Nostas observa que el sector industrial se ha visto afectado por el ingreso desmedido de productos extranjeros en casi todos los segmentos de bienes transables y que actualmente el contrabando supera el 8% del PIB.
El presidente de la Cámara Nacional de Industrias (CNI), Horacio Villegas, prevé que en 2018 continúe la tendencia de desaceleración del crecimiento industrial entre 3% a 3,5%, debido a los altos costos laborales, producto del incremento salarial y el segundo aguinaldo; al creciente contrabando e informalidad y a la desaceleración de la economía nacional. “Las utilidades de las empresas han bajado y los costos operativos han subido”, agrega Nostas, haciendo referencia a que la tasa de expansión de nuevas inscripciones de empresas ha bajado fuertemente. Un informe de los estados financieros de las 300 empresas más grandes de Bolivia, elaborado por el economista Hugo Siles, mostró un descenso de sus utilidades a nivel general.
Para Luis Barbery, presidente de la Federación de Empresarios Privados de Santa Cruz, el Estado debe estimular a todos los sectores para que tener un mayor crecimiento. “Creemos que el estímulo tiene que venir para que las utilidades crezcan y no criticar el emprendimiento”, remarcó. Crecimiento ‘parqueado’ Rosario Paz, vicepresidenta de la Cainco, agregó que en 2018 Bolivia entró al ciclo del crecimiento bajo. “En la fase de desaceleración, las políticas monetaria y fiscal excesivamente expansivas generaron más bien desequilibrios fiscal y externo, es decir que gastamos más de lo que generamos e importamos más de lo que exportamos”, dijo. Para Pablo Mendieta, jefe del Centro Boliviano de Estudios Económicos (Cebec), de la Cainco, el 2018 fue el año del ‘statu quo’ y prevé que el 2019 también lo será.
“Son años en el cual la economía no está mostrando cambios hacia arriba ni hacia abajo, se ha mantenido en un perfil, en términos de crecimiento, que es más bajo que la época del auge, que duró hasta el 2013 cuando alcanzó 6,8% de crecimiento. Después vino la desaceleración, pero en este momento ya estamos con un crecimiento parqueado, un crecimiento statu quo”, manifestó. Mendieta ve que este año no se ha avanzado, ya que se está creciendo al mismo ritmo, pese a que se podría crecer más, pero agrega que tampoco se ha retrocedido. Nostas estima que la inversión en 2018 puede estar en niveles menores al 2017 cuando reportó un total de $us 2.203 millones, menor al alcanzado en 2016 que llegó a $us 2.370 millones.
Gary Rodríguez, gerente general del IBCE, sugiere que se apueste por la exportación de productos no tradicionales, ya que puede hacer crecer la producción agropecuaria y agroindustrial, y se dinamice la economía de servicios, como el turismo, para que así volvamos con los superávit en el intercambio con el mundo. El ejecutivo afirma que el PIB de Bolivia creció por encima del 5 o 6% en años anteriores porque teníamos un comercio exterior superavitario, lo cual también influyó en el aumento de las reservas internacionales. “En noviembre de 2014 las RIN llegaron a más de $us 15.500 millones, pero hoy están en menos de 8.500 millones porque tenemos una balanza comercial negativa”, observó.
Proyecciones para el 2019 La economía de Bolivia crecerá entre un 4,2 y 4,3% en 2019, según proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (Cepal), respectivamente. El pronóstico del Gobierno nacional es aún más optimista y apunta a un 4,7%. Sin embargo, Henry Oporto, director de Fundación Milenio, indica que en el último informe sobre Bolivia, el FMI advierte que la economía boliviana ha ingresado a una etapa de dificultades y riesgos, por lo que recomienda medidas de ajuste, especialmente del gasto corriente e inversión pública, para reducir el déficit fiscal y contener la pérdida de reservas internacionales.
Análisis:
"Economía en 2018 y 2019, más desafíos que buenas noticias" Las cifras oficiales muestran que la economía boliviana estaría cerrando el año con un crecimiento alrededor del 4.5%, superior al 4.2% registrado el 2017. Este guarismo estaría entre los más altos de la región y no deja de ser remarcable, en un entorno internacional complejo, marcado por la alta volatilidad y riesgos de recesión, principalmente considerando que la curva de tasas se está invirtiendo y el precio del petróleo viene en picada.
En todo caso, corresponde también resaltar que existen varios desafíos y preocupaciones. Las empresas, con menores ventas y utilidades, vienen ajustándose a un nuevo contexto de desaceleración, que no condice con las cifras oficiales, aunque podría explicarse por la heterogeneidad. Revisando el PIB sectorial, 8 de 12 no alcanzan el umbral que gatilla el doble aguinaldo, lo cual confirma el desacierto de la medida para los generadores de nuevos empleos y que pone en serio riesgo también los actuales.
Déficits duales, fiscal y externo, que se han vuelto usuales y han venido financiando la expansión interna. En el primer caso, la deuda pública que, aunque no presenta indicadores dramáticos, su trayectoria empieza a levantar serias dudas. Para el segundo caso, un tipo de cambio sobrevaluado, que transfiere rentas a grupos de interés más grandes que el principal perjudicado, el sector exportador o la industria nacional, casi heroicos, para no perder los mercados que con tanto esfuerzo han conseguido.
Aquí cabe mencionar que los vecinos han devaluado, como válvula de regulación y ajuste natural a condiciones internacionales, Bolivia no, porque mantiene un esquema fijo en la práctica, no por arquitectura legal, pero que ha anclado peligrosamente las expectativas de los agentes económicos y llevado a una bolivianización obligada, al penalizar con diversas medidas el dólar.
Esto es agravado con la perdida acelerada de reservas internacionales, porque tampoco llegan flujos importantes de inversión extrajera, dadas las condiciones adversas y los antecedentes de expropiaciones, con varios arbitrajes en contra u otros tantos en curso sin perspectiva favorable. Una banca sólida, pero obligada a financiar la expansión económica con créditos productivos y de vivienda social, como medidas aparentemente beneficiosas, pero que exponen al sistema a sendos desequilibrios.
El sector inmobiliario, se encuentra a la baja, puesto que es evidente la sobreoferta en prácticamente todos sus segmentos. Con ese panorama, casi 2/3 de la población se encuentra en la informalidad, que estructuralmente ha sido alta, pero que corre el riesgo de incrementarse con presiones como las actuales.
Otro punto aparte para el agropecuario, que viene recuperándose del año anterior. Desde 2012, que no avanza y desde mucho antes la productividad sigue siendo, en general, la misma. Si bien, para el sector sucroalcoholero y el país, el etanol combustible no deja de tener sus bondades, el gran desafío es una agricultura eficiente e intensiva, no expansiva, para evitar dañar aún más los bosques y fauna que aún quedan y que suficientes agresiones ya vienen sufriendo. Para ello, la biotecnología es fundamental.
La exploración de hidrocarburos muy cuestionada y con interrogantes sobre las reservas y los mercados para el gas. Ya los precios del petróleo no son la única preocupación, también los volúmenes. El año electoral que viene, debiera ser dinámico, con un importante nivel de gasto público y consecuentes efectos multiplicadores, aunque de no mediar respeto a la institucionalidad y la democracia, es altamente probable que la conflictividad siga en aumento, lo cual podría también desencadenar otros efectos desagradables de inestabilidad. En cualquier caso, profundas reformas nuevamente serán necesarias y los más probable es que a más tardar los ajustes lleguen en 2020, para el gobierno que venga.