FUENTE: PÁGINA SIETE
En 10 años el país puede ahorrar hasta 1.200 millones de dólares que destina a la subvención de diésel si reemplaza su consumo por biodiésel de aceite de soya, según un análisis realizado por el Centro de Estudios Económicos y Desarrollo (CEED) de la Cámara de la Construcción de Santa Cruz (Cadecocruz). De acuerdo con el análisis, para reducir en 10% el uso de este combustible, sería necesario utilizar anualmente entre el 60% y 70% del volumen de aceite crudo exportable, equivalente a 1,5 millones de toneladas de grano.
“Con este volumen sería posible cubrir cerca del 20% de las importaciones anuales de diésel. En términos fiscales, esto evitaría una erogación de divisas de 3.000 millones de dólares y un ahorro bruto en subsidios por 1.200 millones de dólares en 10 años”, indica el estudio. En divisas que salen para la importación se ahorrarían 225 millones de dólares el primer año, hasta 405 millones de dólares en 2028 en el subsidio de 88 a 159 millones de dólares en el periodo de análisis. De esa manera se dejaría de importar entre 212 mil toneladas y 383 mil toneladas de diésel.
El estudio sostiene que el ahorro que se lograría cada año en subsidios a la importación del combustible podría reinvertirse en la nueva industria. Cadecocruz calcula que entre 2006 y 2016 el Estado gastó cerca de 8.400 millones de dólares en la importación del diésel y 3.400 millones de dólares en subsidios a este combustible. “Los excedentes exportables del complejo de la soya y la producción de biodiésel a partir del mismo, se presentan como una alternativa viable para la sustitución del diésel importado de baja calidad”, subraya el estudio. Bolivia se encuentra entre los 10 primeros productores y exportadores de soya y sus derivados a nivel global y sólo en 2016 alcanzó una producción anual de 3,2 millones de toneladas.
Durante el mismo año, las exportaciones de aceite crudo de soya alcanzaron 389 mil toneladas, equivalentes a unos 424 millones de litros. “Si se reemplazara un 10% del consumo de diésel por biodiésel, durante 2019-2028, las importaciones se reducirían un 20% y su valor caería en un promedio de 305 millones de dólares anuales o, en poco más de 3.000 millones de dólares hasta 2028”, destaca el análisis. Según el estudio, la promoción de una nueva industria de biodiésel daría un impulso importante a la economía a través de inversiones y la creación de nuevas fuentes de trabajo.
A la vez, ayudaría a paliar los efectos de la pérdida de los mercados de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) para el complejo de la soya, permitiría reducir la dependencia por diésel importado, estabilizando también las cuentas externas. El Centro de Estudio Económico de Cadecocruz considera que los ahorros presupuestarios y de divisas de la nueva industria son relevantes dado el creciente déficit en la producción de diésel en el país .
El estudio agrega que redirigir parcial o totalmente el ahorro en subsidios hacia la nueva producción generaría además un apalancamiento de la inversión privada. “Por lo tanto, lejos de ser un gasto, esta diversificación del sector oleaginoso nacional es una inversión que abre nuevas posibilidades de crecimiento y desarrollo”, destaca en informe. De autorizarse esta industria, el Centro cree que el Gobierno debe elaborar una reglamentación clara que genere certidumbre a los inversionistas, además de definir un precio de referencia para la compra del biodiésel. Se requiere hasta un 50% de cultivos del grano Según el análisis del Centro de Estudios Económicos de Cadecocruz, el volumen necesario de soya para producir 231 millones de litros de biodiésel, significa entre un 40 y 50% de la superficie cultivada del grano.
Por ejemplo, para el primer año serían necesarias 1,1 millones de toneladas de grano y un incremento anual de 100 mil toneladas para alcanzar dos millones de toneladas en 10 años. Esta superficie cultivada de soya está calculada a base de su tasa media histórica (2006-2016) de crecimiento, es decir 4%. Sin embargo, el estudio aclara que pese a existir la capacidad productiva, un elemento para estructurar un programa de biodiésel, será entender las motivaciones económicas que enfrentará el productor. Esto porque deberá decidir entre exportar su aceite crudo o transformarlo en biodiésel para vender a Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB).
Para ello el productor tendrá que tomar en cuenta las combinaciones de costos (logísticos y de procesamiento) y precios (de exportación y biodiésel) relativos, así como los de la soya y del petróleo porque son los que condicionarán el margen de utilidad por el negocio. La producción de biocombustibles en el mundo es creciente y en Bolivia ya se autorizó el uso de etanol con caña de azúcar. La Ley de la Madre Tierra prohíbe la nueva oferta La Ley de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para Vivir Bien, promulgada en 2012 , prohíbe los agrocombustibles y la comercialización de productos agrícolas destinados a esta producción en el país.
El artículo 11 de la norma establece que “Las bases y orientaciones del Vivir Bien, a través del desarrollo integral en agricultura y ganadería son: prohibir la producción de agrocombustibles y la comercialización de productos agrícolas para la producción de los mismos, en tanto que es prioridad del Estado Plurinacional de Bolivia precautelar la soberanía con seguridad alimentaria”. De acuerdo con la investigadora Sara Crespo, de la fundación Productividad Biosfera Medio Ambiente (Probioma), se teme que los cultivos de alimentos queden relegados frente a la demanda de agrocombustibles, como el biodiésel o el etanol. Según una nota de ANF publicada en septiembre, Crespo destacó que Bolivia es único en su biodiversidad y no está en condiciones de competir con productores de soya como Brasil y Argentina, entre otras cosas. Explicó que la ampliación de la frontera agrícola para impulsar los agrocombustibles va en dirección a la Chiquitania, desde San José hasta Roboré y en San Ignacio.
“La ampliación implica deforestación que afecta a las fuentes de agua. No sólo que no tenemos alimentos disponibles, sino que las comunidades están sintiendo que sus fuentes de agua van disminuyendo cada año. Es un tema que no se visibiliza”, manifestó la investigadora.
En 10 años el país puede ahorrar hasta 1.200 millones de dólares que destina a la subvención de diésel si reemplaza su consumo por biodiésel de aceite de soya, según un análisis realizado por el Centro de Estudios Económicos y Desarrollo (CEED) de la Cámara de la Construcción de Santa Cruz (Cadecocruz). De acuerdo con el análisis, para reducir en 10% el uso de este combustible, sería necesario utilizar anualmente entre el 60% y 70% del volumen de aceite crudo exportable, equivalente a 1,5 millones de toneladas de grano.
“Con este volumen sería posible cubrir cerca del 20% de las importaciones anuales de diésel. En términos fiscales, esto evitaría una erogación de divisas de 3.000 millones de dólares y un ahorro bruto en subsidios por 1.200 millones de dólares en 10 años”, indica el estudio. En divisas que salen para la importación se ahorrarían 225 millones de dólares el primer año, hasta 405 millones de dólares en 2028 en el subsidio de 88 a 159 millones de dólares en el periodo de análisis. De esa manera se dejaría de importar entre 212 mil toneladas y 383 mil toneladas de diésel.
El estudio sostiene que el ahorro que se lograría cada año en subsidios a la importación del combustible podría reinvertirse en la nueva industria. Cadecocruz calcula que entre 2006 y 2016 el Estado gastó cerca de 8.400 millones de dólares en la importación del diésel y 3.400 millones de dólares en subsidios a este combustible. “Los excedentes exportables del complejo de la soya y la producción de biodiésel a partir del mismo, se presentan como una alternativa viable para la sustitución del diésel importado de baja calidad”, subraya el estudio. Bolivia se encuentra entre los 10 primeros productores y exportadores de soya y sus derivados a nivel global y sólo en 2016 alcanzó una producción anual de 3,2 millones de toneladas.
Durante el mismo año, las exportaciones de aceite crudo de soya alcanzaron 389 mil toneladas, equivalentes a unos 424 millones de litros. “Si se reemplazara un 10% del consumo de diésel por biodiésel, durante 2019-2028, las importaciones se reducirían un 20% y su valor caería en un promedio de 305 millones de dólares anuales o, en poco más de 3.000 millones de dólares hasta 2028”, destaca el análisis. Según el estudio, la promoción de una nueva industria de biodiésel daría un impulso importante a la economía a través de inversiones y la creación de nuevas fuentes de trabajo.
A la vez, ayudaría a paliar los efectos de la pérdida de los mercados de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) para el complejo de la soya, permitiría reducir la dependencia por diésel importado, estabilizando también las cuentas externas. El Centro de Estudio Económico de Cadecocruz considera que los ahorros presupuestarios y de divisas de la nueva industria son relevantes dado el creciente déficit en la producción de diésel en el país .
El estudio agrega que redirigir parcial o totalmente el ahorro en subsidios hacia la nueva producción generaría además un apalancamiento de la inversión privada. “Por lo tanto, lejos de ser un gasto, esta diversificación del sector oleaginoso nacional es una inversión que abre nuevas posibilidades de crecimiento y desarrollo”, destaca en informe. De autorizarse esta industria, el Centro cree que el Gobierno debe elaborar una reglamentación clara que genere certidumbre a los inversionistas, además de definir un precio de referencia para la compra del biodiésel. Se requiere hasta un 50% de cultivos del grano Según el análisis del Centro de Estudios Económicos de Cadecocruz, el volumen necesario de soya para producir 231 millones de litros de biodiésel, significa entre un 40 y 50% de la superficie cultivada del grano.
Por ejemplo, para el primer año serían necesarias 1,1 millones de toneladas de grano y un incremento anual de 100 mil toneladas para alcanzar dos millones de toneladas en 10 años. Esta superficie cultivada de soya está calculada a base de su tasa media histórica (2006-2016) de crecimiento, es decir 4%. Sin embargo, el estudio aclara que pese a existir la capacidad productiva, un elemento para estructurar un programa de biodiésel, será entender las motivaciones económicas que enfrentará el productor. Esto porque deberá decidir entre exportar su aceite crudo o transformarlo en biodiésel para vender a Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB).
Para ello el productor tendrá que tomar en cuenta las combinaciones de costos (logísticos y de procesamiento) y precios (de exportación y biodiésel) relativos, así como los de la soya y del petróleo porque son los que condicionarán el margen de utilidad por el negocio. La producción de biocombustibles en el mundo es creciente y en Bolivia ya se autorizó el uso de etanol con caña de azúcar. La Ley de la Madre Tierra prohíbe la nueva oferta La Ley de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para Vivir Bien, promulgada en 2012 , prohíbe los agrocombustibles y la comercialización de productos agrícolas destinados a esta producción en el país.
El artículo 11 de la norma establece que “Las bases y orientaciones del Vivir Bien, a través del desarrollo integral en agricultura y ganadería son: prohibir la producción de agrocombustibles y la comercialización de productos agrícolas para la producción de los mismos, en tanto que es prioridad del Estado Plurinacional de Bolivia precautelar la soberanía con seguridad alimentaria”. De acuerdo con la investigadora Sara Crespo, de la fundación Productividad Biosfera Medio Ambiente (Probioma), se teme que los cultivos de alimentos queden relegados frente a la demanda de agrocombustibles, como el biodiésel o el etanol. Según una nota de ANF publicada en septiembre, Crespo destacó que Bolivia es único en su biodiversidad y no está en condiciones de competir con productores de soya como Brasil y Argentina, entre otras cosas. Explicó que la ampliación de la frontera agrícola para impulsar los agrocombustibles va en dirección a la Chiquitania, desde San José hasta Roboré y en San Ignacio.
“La ampliación implica deforestación que afecta a las fuentes de agua. No sólo que no tenemos alimentos disponibles, sino que las comunidades están sintiendo que sus fuentes de agua van disminuyendo cada año. Es un tema que no se visibiliza”, manifestó la investigadora.