Se ha intentado hacer creer a los venezolanos que Venezuela ha “superado” la renta petrolera, cuando la realidad es que ésta se ha minimizado por el descalabro de Pdvsa, que por décadas generó el mayor ingreso nacional. Ergo, cuando se recupere la industria petrolera, regresará la renta y con ella la oportunidad de recuperar al país.
El mal uso que se le ha dado a la renta petrolera ha hecho de ella una mala palabra, sinónimo de facilismo, de desperdicio, de despilfarro. Cuando lo correcto sería que ésta, bien utilizada fuera una bendición, un pivote para el desarrollo sustentable de Venezuela. Hay que destacar que los ingresos petroleros no han disminuido por decadencia del negocio, o por efecto de la transición energética. La realidad es que estos se han minimizado –drásticamente– por pésimos manejos éticos y gerenciales de nuestra principal industria, bastante divulgados por la prensa.

Además, hay que recordar las insólitas acciones como la expulsión de 23.000 trabajadores durante el conflicto de 2002-2003, que disminuyó significativamente el coeficiente intelectual de la empresa, y significó un punto de inflexión en la productividad de nuestro principal negocio. El mundo observa asombrado cómo en dos décadas la renta petrolera ha descendido cinco, seis y hasta siete veces. Caso único en el mundo, que no previó ni el mismísimo Rockefeller cuando nos contó que el mejor negocio del mundo era una empresa petrolera bien administrada, y el segundo mejor negocio del mundo era una empresa petrolera mal administrada.

Esa disminución drástica de los ingresos petroleros es la principal causa (también hay otras), de que buena parte de los venezolanos padezcamos sueldos y pensiones muy por debajo de las necesidades mínimas, que se reflejan –por decir lo mínimo– una sociedad subalimentada, frustrada y víctima de la escasez. De ser el “Kuwait de América Latina” pasamos a compartir indicadores sociales y económicos con los países más pobres del continente.

Volveremos a ser un importante país petrolero

La buena noticia es que todo indica que existe la gran oportunidad de resucitar nuestro negocio petrolero. La demanda mundial de hidrocarburos sigue creciendo y lo hará por décadas. Las energías renovables están muy lejos de desplazar a los hidrocarburos como fuente de energía. Adicionalmente, Estados Unidos pronto alcanzará su pico de producción petrolera, lo que realzará la necesidad de los hidrocarburos venezolanos.

Nuestras reservas de petróleo son más que suficientes para producir, por ejemplo 4 o 5 millones de barriles de petróleo por día durante 50 años, posicionándonos como el cuarto productor del planeta, tras los tres líderes Estados Unidos, Rusia y Arabia Saudita, en lugar de continuar ocupando el triste décimo lugar de la OPEP con nuestra escuálida producción. En cuanto al gas, Venezuela posee la séptima reserva mundial, que podría ser muy superior si se acometieran exploraciones. Se podría por lo menos duplicar la producción actual de gas, incorporando a la cartera de exportación gas licuado hacia cualquier parte del mundo. En refinería y petroquímica, también hay excelentes oportunidades de incrementar la producción de manufacturas.

En síntesis, no solamente podemos recuperar la industria y por ende recuperar la renta petrolera, sino que es obligatorio que lo hagamos. Obligatorio. El país lo requiere a gritos, para superar este marasmo de ingresos y servicios que padecemos. Para ello es necesario utilizar nuestras potencialidades petroleras como el primer motor para la recuperación de Venezuela.

¿Y cómo sería este proceso? Cambiando paradigmas, formas de actuar y sobre todo el modelo, a objeto de atraer capitales privados nacionales e internacionales, que pueden hasta llover, si se genera confianza, respeto, institucionalidad y leyes petroleras adecuadas.

Hay que romper este esquema de discusión miope basado en que si el país llegó o no al millón de barriles, cuando hay millones de volúmenes de hidrocarburos en el subsuelo que no tienen mañana. O es hoy… o es nunca.

Usted dirá. El uso de la renta

¡Ah!, y la nueva renta generada mediante la recuperación de la industria petrolera, debe ser utilizada para el desarrollo sustentable de Venezuela. Extraer lecciones aprendidas de los malos usos en el pasado y sobre todo en el presente.

También es muy importante, tanto como el desarrollo una nueva Ley Orgánica de Hidrocarburos que refleje una Visión que oriente el negocio, otra ¿ley? que determine cómo hay que usar los beneficios del negocio petrolero para de verdad “sembrar el petróleo”.

Una ley, reglamento, o acuerdo, que prohíba engordar el gasto público con la renta petrolera, que exija que esta se utilice sólo en inversiones, que descentralice las regalías y buena parte del ISLR, que cree un fondo de inversiones, entre otras medidas. Y por supuesto… cero política en las operaciones a todo lo largo del negocio.

Hay que estar claros en tres cosas:

Es posible y necesario –obligatorio– recuperar la industria petrolera venezolana. No podemos seguir siendo el país de las oportunidades perdidas. No se trata de soplar y hacer botellas, sino de gerenciar cambios profundos en la industria y en el país. La nueva industria petrolera debe ser utilizada como pivote y catalizador para el desarrollo integral de Venezuela. De lo contrario, no valdría la pena el esfuerzo, y a la vuelta de años de bonanza, regresarían pobrezas peores que las anteriores. La experiencia nos indica que es muy doloroso ser “nuevos pobres”. La historia, y las generaciones futuras (o sea nuestros hijos y nietos) nos exigen que –por fin– dejemos de estar raspados en la parábola de los talentos.

Fuente: El Nacional