El desarrollo de Vaca Muerta enfrenta un nuevo desafío estructural: su dependencia crítica de inversiones constantes para sostener la producción en niveles crecientes. Así lo advierte el ingeniero en petróleo Gerardo Tennerini, especialista en yacimientos no convencionales, quien plantea con claridad que "la curva base no da respiro" y que el shale, por su propia naturaleza, impone un ritmo exigente.
"Decime que Vaca Muerta necesita inversión intensiva, sin decirme que necesita inversión intensiva", sintetiza Tennerini en un post técnico que circuló entre referentes del sector energético. El argumento es contundente: los pozos de Vaca Muerta declinan entre 40% y 50% solo en su primer año. Esto significa que no solo se debe perforar para crecer, sino también para compensar una pérdida acelerada y estructural.
"En 2025, la producción se encuentra en una suerte de meseta: los nuevos pozos apenas alcanzan para cubrir el declino mensual", advierte el ingeniero. Un sistema que exige ritmo
A pesar de mejoras en la productividad de los pozos y la resolución de algunos cuellos logísticos, aún no se logra revertir la desaceleración en la curva agregada de producción. Según Tennerini, la clave pasa por tres factores concretos: más equipos de perforación en operación; mayor eficiencia en las terminaciones, y menor tiempo entre perforación y conexión.
Actualmente, cerca del 80% de la producción de Vaca Muerta proviene de menos del 20% de los pozos. La mayoría de los pozos, una vez pasado el pico inicial, cae a producciones inferiores a 50 m³/día. "Ningún pozo con más de cuatro años supera ese nivel. Y más del 60% produce menos de 20 m³/día", señala. Sin embargo, esta no es una debilidad sino una característica esencial del shale. "La alta productividad inicial, seguida por un declino rápido, es lo que define la estrategia de desarrollo", afirma.
Tennerini explica que, desde 2020-2021, los pozos muestran un salto significativo en eficiencia gracias a ramas horizontales más largas y mejores técnicas de fractura. Pero ese techo técnico está cada vez más cerca. "Puede seguir creciendo, pero ya no hay mucho más margen. La próxima etapa exige más pozos, no solo mejores pozos", agrega. Actualmente, Vaca Muerta opera con unas 35 a 40 torres de perforación. Para sostener la curva de crecimiento y evitar una meseta estructural, ese número debería subir.
"Ya hoy todos los recursos de perforación y terminación están concentrados en Vaca Muerta. Se han desatendido otras cuencas como la del Golfo San Jorge o la Cuyana. Si no se suman jugadores o no crecen las empresas de servicios actuales, la actividad podría estancarse", advierte. Para el año 2026 Vista proyecta producir 100.000 barriles diarios de petróleo equivalente "La próxima etapa exige más pozos, no solo mejores pozos", explica Tennerini.
¿Qué viene después?
A medida que los pozos envejecen, sus producciones bajan drásticamente. Tennerini insiste en que ya es momento de planificar estrategias de reterminación, refractura o incluso recuperación mejorada (EOR) para extraer valor de pozos maduros.
"En dos o tres años, buena parte del parque de pozos actuales estará por debajo de niveles rentables. Hay que pensar cómo extender su vida útil desde ahora", señala. El mensaje es claro: Vaca Muerta tiene un potencial único, validado por su productividad y la calidad de su shale. Pero también tiene una debilidad estructural que debe ser gestionada con inteligencia: su dependencia de una inversión continua y creciente.
"Sin perforación constante no hay crecimiento posible. Y sin planificación, tampoco hay desarrollo sostenible. La productividad es excelente, pero no alcanza por sí sola. El futuro de Vaca Muerta está atado al compromiso inversor del presente", concluye Tennerini.
Fuente: El Economista