En los últimos dos años se han anunciado decenas de proyectos para la producción de hidrógeno verde en Brasil. Se estima que en conjunto suman más de US$ 30 mil millones en inversiones, según encuesta del Instituto Nacional de Energías Limpias (Inel).
La mayoría aún está en estudio de factibilidad, con solo memorandos de entendimiento firmados con puertos y gobiernos estatales. Sin embargo, Brasil ya está comenzando a ver algunos emprendimientos despegar, incluidos pilotos y plantas a escala industrial.
Los proyectos se concentran en puertos industriales de Brasil, que agregan algunas características importantes.
Además de contar con la infraestructura para exportar hidrógeno, los puertos cuentan con potenciales consumidores domésticos y están cerca de grandes proyectos eólicos marinos, con una enorme capacidad de producción de energía renovable.
¿Qué es el hidrógeno verde?
Aún existe una discusión sobre la nomenclatura del hidrógeno en relación a la intensidad de su emisión de carbono.
Pero el criterio más aceptado es que el hidrógeno verde se produce a través de la electrólisis del agua —separación de las moléculas de oxígeno e hidrógeno— con el uso de energías renovables, como la hidroeléctrica, la eólica, la solar, la biomasa o el biogás.
El hidrógeno producido a partir de la reforma y gasificación de biomasa y biogás, alimentado por residuos agroindustriales, también se considera verde.
¿Cómo se usa el hidrógeno verde?
El hidrógeno verde se indica como una alternativa para la descarbonización de sectores con alta intensidad de emisiones de carbono, como el transporte, la petroquímica, la siderurgia y la minería.
Puede reemplazar los combustibles fósiles en vehículos ligeros, camiones, trenes y barcos; actuar como fuente de energía industrial en las industrias del cemento, acero y papel y celulosa; y servir como materia prima en la industria siderúrgica, la producción de fertilizantes y la refinación de petróleo.
No hay consenso sobre la mejor manera de transportar hidrógeno a gran escala. Entre ellos se encuentran la inyección de hidrógeno en la red de gasoductos existente, o la construcción de gasoductos dedicados.
Otra apuesta es la conversión de hidrógeno en amoníaco para permitir el transporte a largas distancias en barcos. En general, diez toneladas de hidrógeno se pueden convertir en aproximadamente 60 toneladas de amoníaco.
Fuente: Agencia epbr