Era el año 2008 y el cocalero se opuso a que los indígenas tuvieran el derecho a la “consulta previa”, reconocido por las leyes. Y protestó diciendo: “¿Y entonces, de qué vamos a vivir?” Llegó el taladro venezolano pero nunca fue usado por YPFB, aunque un año después PDVSA hizo saber al Gobierno boliviano que las facturas del alquiler del equipo estaban corriendo y que en ese momento, con el taladro todavía sin desembalar, la deuda era de 6,5 millones de dólares.
Lo que pasó después permite sospechar que el cocalero encontró una respuesta a su pregunta: había que vivir de otras cositas para las cuales no se necesitan taladros petroleros. Y a eso se dedica en cuerpo y alma, aunque ahora ha agrandado su visión: piensa en la geopolítica de la coca y sus derivados.
El taladro fue olvidado y Chávez entendió que el negocio estaba en otras cosas, aquellas que sugería el cocalero, con lo que todo el proyecto petrolero quedó archivado para ambos países: PDVSA está ahora quebrada mientras que YPFB se ha quedado sin reservas de gas natural, pero el otro negocio va a toda vela.
Fuente: El Deber
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