Las elecciones de mayo llevarán a una horda de partidos antieuropeos a ganar fuerza en Estrasburgo.
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Grandes palabras, pequeños pasos. Si bien es cierto que Alemania y Francia están desde ayer un poquito más cerca de constituir una unidad política, también lo es que el único avance tangible en términos geopolíticos del nuevo Tratado de Aquisgrán, firmado por Merkel y Macron con toda la solemnidad posible en el significativo ayuntamiento de la que fuera capital de Carlomagno, es un compromiso para alinear su política de venta de armamentos y para aumentar la cooperación militar «como paso hacia la formación de un ejército europeo». Merkel trastabilló al pronunciar esas palabras en su discurso, consciente seguramente del océano de intereses que todavía separa ese proyecto de la realidad. «Nos comprometemos a desarrollar una cultura militar común, una industria común de la Defensa, una línea común de exportación de armamento, y ambos nos proponemos dar pasos hacia un ejército europeo», dijo la canciller. Ojo a la política de venta de armas porque decidiendo a quién se le venden se influye en los conflictos tanto o más que enviando soldados. Macron, por ejemplo, defiende que hay que seguir vendiendo armas a Arabia Saudí. Para cumplir con este tratado tendrá que ponerse de acuerdo con Alemania, lo que augura futuros remiendos.

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