LA NACION
MADRID.- Isco lleva una sonrisa en todo el cuerpo y la pelota, firmada por todos sus compañeros, debajo de su brazo izquierdo. Son las 0.07 del miércoles ya, y por el pasillo privado que conduce a la salida del estadio desfilan gestos encontrados. Cinco metros detrás del triple goleador de la noche viene Javier Mascherano, con las manos en los bolsillos y la mirada vidriosa. Como Fabricio Bustos, el chico que apenas contiene las ganas de llorar. Los jugadores argentinos desandan la zona mixta sin hablar. No pasa Lionel Messi, que abandonó el palco 12 minutos antes del final de la paliza que se llevó la selección argentina de un fascinado Wanda Metropolitano por el toqueteo español. El capitán ya lo hizo en el vestuario, dos veces en una hora: la primera, en el entretiempo, cuando bajó a tratar de empujar la remontada y la otra, cuando sus compañeros llegaron al vestuario con el lacerante 6-1 sobre las espaldas. Más presencia que discursos: no hay mensaje que ahora pueda levantar esta pesadumbre...Siga leyendo>
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