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En el muelle de San Francisco, punto de atraque de los cruceros que llegaban a La Habana desde que la Administración de Barack Obama permitió este tipo de viajes, el paisaje era este sábado desolador. Poco o poquísimo movimiento de turistas en la plaza y sus calles aledañas, igual que en el cercano almacén de San José, espacio donde cada día medio millar de artesanos se reúne a vender souvenirs.
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En el muelle de San Francisco, punto de atraque de los cruceros que llegaban a La Habana desde que la Administración de Barack Obama permitió este tipo de viajes, el paisaje era este sábado desolador. Poco o poquísimo movimiento de turistas en la plaza y sus calles aledañas, igual que en el cercano almacén de San José, espacio donde cada día medio millar de artesanos se reúne a vender souvenirs.
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