Si el presidente de Estados Unidos Donald Trump quiere precios del petróleo más bajos, algo que pide constantemente, la escalada en la guerra comercial con China es un método poco convencional de cumplir ese objetivo de corto plazo.
Fuente: Cronista 
  
David Sheppard

Los precios del crudo cayeron el lunes y ayer junto con los mercados de acciones tras la amenaza de Trump de elevar los aranceles sobre importaciones chinas por u$s 200. 000 millones. El Brent descendió a menos de u$s 70, por lo que la referencia internacional quedó por debajo del nivel en el que cotizaba hace dos semanas cuando la administración Trump anunció que eliminaba todas las excepciones a las sanciones a Irán. La caída se produce pese a que los operadores alcistas constantemente señalan las crecientes amenazas geopolíticas en el mercado, desde Irán hasta Venezuela, que ajustaron el abastecimiento comparado con principios de año. Esas amenazas se intensificaron en el fin de semana. John Bolton, asesor de seguridad nacional estadounidense, informó que un portaaviones va hacia Medio Oriente a enviar un “mensaje claro e inequívoco” a Irán. Pero para la mayoría de los operadores de petróleo, la amenaza de una creciente guerra comercial con China es un riesgo más inmediato. China superó a Estados Unidos y se convirtió en el mayor importador de crudo del mundo a principios de esta década, y los dos países representan casi una tercera parte del consumo de petróleo mundial.

Por lo tanto, el dúo desempeña un considerable papel en el mercado de petróleo, incluso antes de los efectos secundarios que una dañina guerra comercial tendría sobre la economía global en general. Por lo tanto, el petróleo quizás no sea central en la disputa, pero los operadores de crudo no pueden simplemente ignorarla, independientemente de que sea una amenaza al suministro en otros lugares. Pero si bien el riesgo para el mercado petrolero es real, poner el foco sólo en los precios podría restar importancia al rol que podría tener la energía en la resolución del estancamiento. EE. UU. es la fuente de oferta global de energía que más crece debido a la revolución del shale. Mientras tanto, China representa la porción del consumo global de petróleo que más se expande, si bien también está aumentando su demanda de gas natural licuado transportado por mar. Por lo tanto, si bien la disputa en torno a los aranceles va más allá de las balanzas comerciales, la energía es un área donde a los dos países les conviene encontrar puntos en común. China redujo notablemente sus importaciones de energía norteamericana cuando se intensificó la guerra comercial, de más de 430. 000 barriles diarios de crudo en marzo de 2018 a menos de 100. 000 b/d en marzo de este año.

Pocos productos tienen el poder de influir en el déficit comercial de EE. UU. con China como el petróleo, dado que un superpetrolero transporta carga por cerca de u$s 140 millones. Si las exportaciones de crudo volvieran a los niveles de hace poco menos de un año, se reincorporarían cerca de u$s 12. 000 millones al comercio anual, y el abastecimiento adicional de GNL probablemente incremente bastante esa cifra. En el corto plazo, Estados Unidos calcula que puede confiar en la flexibilidad de su industria petrolera y encontrar mercados externos para sus crecientes exportaciones. Pero si eliminara totalmente a China, se privaría en el largo plazo de un mercado natural para su creciente abundancia de shale.