Conocer una ciudad como turista, vivir en ella como expatriado o ser un habitante local, tiene un costo de vida muy distinto en cada uno de los casos.
EL COMERCIO

Cuando viajamos fuera de nuestro país, habitualmente nos sorprende lo caro o barato que fue nuestro destino. Hablamos de la comida, del viaje en bus o en taxi, de la ropa y -en ocasiones- del valor de las viviendas.
 
En ese caso estamos frente a nuestra percepción como visitantes. Otra cosa, es lo costoso que puede ser una ciudad para la gente que vive ahí en relación a los salarios que se pagan. Y una tercera es cómo lo viven los expatriados que están en un determinado sitio con un contrato hecho por una empresa extranjera. Es aquí donde comienza la disputa entre los que clasifican a las ciudades como costosas o baratas.

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