La multinacional Shell mantiene en pie su interés por participar del proyecto de la planta regasificadora en Uruguay y el gobierno espera tomar una decisión definitiva sobre fin de año. Ello en un contexto donde los grandes jugadores del mercado mundial de gas natural apuntan sus baterías a los países pobres para desarrollar nuevos mercados.
Fuente: El Observador
   
El megaproyecto que había comenzado a desarrollar la firma local GNLS (conformada por GDF-Suez y la japonesa Marubeni) quedó descartado a mediados de 2015, y ahora los planes van en dirección a una planta de menor porte para que sea económicamente viable.
 
El presidente Tabaré Vázquez informó este martes que la empresa Shell "está muy interesada en llevar adelante un proyecto de este tipo" y por ello se otorgó una prórroga hasta diciembre para tomar una decisión final. "Creo que sobre fin de año o principios del próximo tomaremos una definición", afirmó el mandatario durante una rueda de prensa en Nueva York.
 
Vázquez dijo que se están considerando distintos modelos de gestión posibles. "Puede ir desde asociarnos con Shell de manera equitativa, de manera minoritaria o simplemente hacer un contrato de compra de gas a Shell en condiciones favorables para Uruguay", explicó. Se prevé que las partes firmen un memorándum en las próximas semanas, que tiene por objetivo avanzar en las negociaciones para establecer un nuevo modelo de negocios que permita concretar la planta.
 
Una de las alternativas que está sobre la mesa es que Shell se convierta en socio de Gas Sayago y que ambas conformen una nueva empresa. Para ello ya fue adquirida una sociedad anónima con razón social Sanyca, informó Telemundo el viernes pasado. En ese caso, uno aspecto importante pasa porque ese consorcio integrado por ANCAP y UTE es el que tiene la autorización ambiental para la construcción de la planta y el espacio reservado en el puerto. Si Shell se presentara de manera individual debería realizar todos los trámites ambientales y concursar en un llamado abierto por un espacio en la terminal portuaria.
 
Una pata clave del negocio pasa por la demanda de gas que Shell pueda asegurarse en el mercado argentino, donde se colocaría la mayor parte de la producción. La intención de la compañía es producir un volumen de gas menor a 10 millones de metros cúbicos al día, que es lo que preveía el proyecto original.
 
Las negociaciones con el gobierno son llevadas adelante directamente por funcionarios de la compañía desde Estados Unidos.
 
Qué pasa en el mundo
 
El interés de Shell por participar del negocio de la regasificadora sucede en un momento donde los gigantes mundiales como GNL, Shell, ExxonMobil y BP están recurriendo a los países pobres para desarrollar nuevos mercados en donde colocar los excesos de producción asociados a los grandes descubrimientos de reservas.
 
Un artículo de The Economist publicado la semana pasada da cuenta de cómo la demanda en países ricos como Japón y gran parte de Europa occidental, por ejemplo, parece estar en declive en el largo plazo.
 
Se explica que los grandes productores dependen cada vez más de los pequeños países en desarrollo, reforzado por un escenario de precios bajos. Pero el problema al que se enfrentan es que muchos de estos países carecen de gasoductos para distribuir el gas y tampoco tienen la solvencia necesaria para firmar contratos de largo plazo, por lo que las empresas deben actuar con flexibilidad.
 
Una manera de hacerlo es apoyar el desarrollo de terminales flotantes de almacenamiento y regasificación en lugar de plantas fijas, para llevar el gas a las ciudades costeras.
 
Este tipo de terminales están estimulando bolsas pequeñas de demanda en todo el mundo, explica el artículo. A modo de ejemplo, Shell anunció recientemente que explora un proyecto conjunto con la firma nigeriana Shoreline Energy para llevar el gas doméstico a un área cercana a Lagos.